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Guernica nos recuerda el horror de las guerras, las de antes y las de ahora

Bilbao me recibió con lluvia, como corresponde a Bilbao. Aguaceros seguidos de “sirimiri”: esa llovizna casi constante que de ningún modo impide a los habitantes caminar y caminar, lo que con...

Bilbao me recibió con lluvia, como corresponde a Bilbao. Aguaceros seguidos de “sirimiri”: esa llovizna casi constante que de ningún modo impide a los habitantes caminar y caminar, lo que convierte a la ciudad en un paisaje de paraguas.

Mis anfitriones me alojaron en el Hotel Carlton Bilbao, modelo de fina calidez y elegancia sin tiempo. Pero además de hotel, el Carlton es un emblema de resistencia y de dignidad, relacionado como está hasta la médula con la libertad del País Vasco y con la verdad histórica.

El chofer del taxi que me trasladaba me hablaba de su patria euskera, y de los detalles más deliciosos de esa ciudad que se iba develando a mi paso. “Usted va a alojarse en el Hotel Carlton donde, en plena Guerra Civil, funcionó el gobierno fiel a la Segunda República”. Y lo hizo atrincherado en los sótanos.Al acercarnos al edificio de estilo tardío de segundo Imperio, a los lados de la entrada a ras del suelo se pueden divisar los respiraderos del otrora refugio subterráneo; respiraderos que nunca se cubrieron para que sean memoria de lo que no se debe olvidar para que no se vuelva a repetir.

Fue en el segundo día de mi estancia que se me hicieron palmarios el significado y mensaje profundos que encierra el País Vasco –Euskadi– para la humanidad y para nuestro tiempo.

Al cabo de un recorrido a través de la campiña vasca, llegamos a Guernica y Luno, municipio de la provincia de Vizcaya. Delante de la Casa de Juntas, se irguió ante mí el árbol de Guernica. Bajo ese roble, desde el siglo XI y durante siglos, los señores de Vizcaya juraron respetar las libertades de los vizcaínos. A decir verdad, el árbol es el nieto del “Árbol Viejo” original, que murió en 1892 y que descansa en un templete circular a un costado de la Casa de Juntas. Me emocionó contemplarlo, ya perecido y eterno. Desde el sitio elevado donde se encuentra la Casa de Juntas, mi guía me señaló la plaza en la que acontecía el mercado del lunes. A esa cita acudían los pobladores para hacer compras, enterarse de las noticias e intercambiar chismorreos. Era la ocasión del encuentro, de la algarabía semanal del pueblo. Eso era. Hasta el lunes 26 de abril de 1937 a las 16.20 horas.

En el Museo de la Paz de Guernica, “museo del recuerdo, museo del futuro”, me adentré en el horror de esa jornada ominosa.

El museo no tiene grandes dimensiones, pero entraña una profundidad humanística digna de encomio. No solo por el material que atesora acerca de esa fatídica jornada en la que ocurrió la masacre de Guernica, el bombardeo contra la población civil llevado a cabo por la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana que apoyaban al régimen franquista. No es solo la información fidedigna del hecho; tampoco la valiosa documentación que la avala. La exhibición está curada con tal maestría que lleva al visitante a retrotraerse en el tiempo, a encarnarse en la tragedia, en la inhumanidad de la guerra.

El ataque a Guernica fue el primer bombardeo aéreo contra una población civil. Eligieron un lunes para consumar la masacre. Lunes de mercado. No fue una elección fortuita. El mercado aseguraba la afluencia de hombres, mujeres y niños. Los perpetradores esgrimieron que el objetivo de la incursión era el puente al que había que destruir para impedir la fuga de los combatientes republicanos. Curiosamente, el puente quedó intacto.

El objetivo era otro: la población civil, para enviar un mensaje al mundo como estrategia de terror para sembrar el pánico. El ataque a Guernica fue además un ensayo y prueba de la capacidad de destrucción de la Fuerza Aérea fascista que se preparaba para la Segunda Guerra Mundial. El bombardeo tuvo tres fases: una primera de explosivos, una segunda incendiaria, que destruyó a puro fuego edificios y casas particulares, y una última: el ametrallamiento a baja altura sobre la población que intentaba huir despavorida.

Guernica quedó reducida a escombros. El gobierno franquista no tardó en lanzar su campaña de mentiras: el bombardeo fue, según la prensa oficial, un auto ataque realizado por los mismos republicanos que, en su retirada, iban sembrando escombros y muerte a su paso. Se llegó a difundir montajes fotográficos fraudulentos, imágenes falsas.

La verdad la dio a conocer al mundo George Steer, el periodista inglés que, apostado en Bilbao, cubría la Guerra Civil Española para el periódico The Times. Fue el primer corresponsal en llegar al lugar del hecho y quedará en los anales del gran periodismo: informó por sobre la desinformación. Steer se alojaba en el Hotel Carlton.

También el arte es a veces deudor del auténtico periodismo. En esos tiempos, Pablo Picasso residía en París. El gobierno republicano en el exilio le encomienda una obra para ser exhibida en la Exposición Internacional de ese año. Al enterarse del horror, Picasso se consagra a la creación de esa obra maestra que es el Guernica. De izquierda a derecha del cuadro, aparecen plasmadas las tres fases del ataque aéreo. A la derecha, la imagen del grito desgarrador simboliza el terror y el desamparo de la última: el ametrallamiento dirigido directamente a individuos únicos e irrepetibles.

Doy las gracias al Museo de la Paz de Guernica por despertarme la conciencia. El ser humano no está exento de recaer una y otra vez en lo peor de su naturaleza. Pienso en el incesante ataque en la Franja de Gaza contra la población civil palestina: hombres, mujeres y niños de enormes ojos y miradas tristes. Pienso en el ametrallamiento: ayer, contra un pueblo que quería huir; hoy, contra un pueblo que quiere comer. Pienso que es un deber recordar, y no para odiar, sino para no reeditar el espanto y para superarnos en nuestra humanidad. “Renunciar a olvidar: renunciar a la venganza”, es uno de los lemas del Museo de la Paz de Guernica.

Bilbao me despidió con lluvia. Como corresponde a Bilbao. “¡Adiós!, ¡agur!”, le dije mientras me alejaba. Partí de Euskadi con el alma conmovida e imbuida de luz.

Copresidenta del Club de Roma Internacional

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/guernica-nos-recuerda-el-horror-de-las-guerras-las-de-antes-y-las-de-ahora-nid09082025/

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